martes, 5 de agosto de 2008

escribiendo de la otredad

escribo algo que me haga entender que puedo tener la capacidad de hacerlo. recuerdo pedazos de libros, canciones, cosas que me ha dicho mi madre, lo que aprendo cuando estoy frente a alguien que me necesita. recordé lo bello que me han dicho: tú me hiciste encontrarle sentido a lo que hago, a estar bien conmigo. entiendo el significado de lo que tengo que hacer. y pienso que sería estúpido hablar de la ficción cuando yo no estoy acostumbrada a jugar con ella. yo tengo algo peor que peligroso: a mí misma y a mi misma a cargo de la vida de otros.

y pienso, pienso y lo vuelvo a pensar. ¿cuándo es que la otredad deja de ser importante? si yo tengo mis necesidades básicas, si puedo comprar revistas de modas y las pastillas en voga para bajar de peso. yo me construyo a partir de la otredad. y a su vez los que me rodean se construyen de ahí. cuál es el límite de ellos y cuál es mi limite. porque creo que a la señora del aislado cuatro no le interesa en el momento que siente un cólico la otredad y la razón fue una pequeña salmonella. tampoco al señor que con resignación tiene que llevar dialisis por una insuficiencia renal crónica, el mismo que piensa que se aliviara, porque todos nos lavamos las manos para no explicarle que su padecimiento requiere dialisis de por vida o un transplante. y la otredad sin embargo es tan importante para alguien como yo. pudiera poner que en mi licencia se escribiera que soy donadora de órganos pero no lo hago por el temor de mi familia a los otros. la otredad adquiere significancia distinta.

cuando terminé el borrador del borrador, que siendo moral y éticamente correcta entregaré. lo pondré aquí, por qué a mí la otredad me ha quitado el sueño un rato.

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